A veces me sorprende encontrar en medios digitales comentarios negativos pero con un enfático perfil destructivo respecto a experiencias y sucesos de los cuales también tengo opinión empírica por haber participado también de estos como oyente, espectador e incluso como testigo o parte actuante del mismo, y por esto es que puedo afirmar que dichas lamentables críticas están las mas de las veces escritas con el hígado mas que con la razón, connotan ira y condena dejando incluso malestar en el lector mas frío. Y es que el acceso a la comunicación digital nos abre a un mundo de posibilidades de podernos expresar y compartir nuestras opiniones, críticas y demás puntos de vista desde diversas plataformas libres. Sin embargo, creo que la libertad de expresión no debería convertirse en una forma de atentar contra la realidad de las cosas, para ser más exacto contra la verdad de éstas.
Capaz a alguno le ha pasado que luego de ver algún film que les impactó favorablemente por su guión, partitura o manejo del clima de la historia, entran a buscar en internet y se encuentran con críticas ácidas y destructivas con las que de seguro se sienten sumamente incómodos. Pareciera que el rigor académico, la perspectiva del crítico, el detalle propio del “experto” determinaran la calidad de algo a lo que todos tenemos acceso, porque fue creado para todos no para algunos. De otra parte están los «seudocríticos», aquellos que opinan, como antes refería, movidos por apasionamientos personales y preconceptos respecto a las obras de cineastas, artistas y aún sobre diversos aspectos del acontecer cotidiano. Y dichas opiniones cuentan con una carga negativa tan fuerte que llegan a generar hasta un clima de discordia en derredor del mismo afectando la naturaleza de lo que critican. Es ahí donde percibo la ausencia de respeto por la verdad y creo que este es un valor que deberíamos procurar todos.
Si bien es cierto, es muy válido que todos los puntos de vista tengan cabida dentro del espectro comunicacional dado que nuestro clima democrático favorece esta postura, creo que ello nos debe llevar a potenciar nuestro espíritu analítico para poder adherir o no a causas, posiciones u opiniones con pleno criterio objetivo. Ello nos permitirá por cierto tomar partido por algo con mayor certeza y evitar ser sorprendidos por este tipo de contenidos tendenciosos y carentes de objetividad. Creo también que a esta citada competencia analítica hay que agregarle un ingrediente más.
Mi abuelo usaba una frase que en principio no entendía: “Viejo – me decía – hay que tener ojos de ver”. Y se refería a esa capacidad que toda persona de buena voluntad puede tener, de mirar más allá de lo evidente, de poder apreciar detrás de cada gesto las profundas motivaciones de las personas. Yo le llamo, ver con los ojos del corazón. Aprender a hacerlo es sencillo cuando hay voluntad de hacerlo. Ojo, no se enseña en ningún curso de escuela, se puede aprender o no.
Hace un par de días al abordar un transporte público para un recorrido corto, tuve ocasión de presenciar una discusión entre el cobrador de la unidad móvil y un pasajero que no tenía el valor total del costo del pasaje. Mientras, un joven venezolano, pese a ser una hora avanzada de la noche, ofrecía golosinas en la unidad; él se detuvo a presenciar esta discusión, guardó silencio, procedió a estirar el brazo acercándole al cobrador del bus los 0.50 centavos que este le reclamaba al pasajero. El cobrador no entendía nada, su rostro mutó en perplejidad: “¡pero que estás haciendo!” le recriminó al vendedor. Rechazó la moneda y se retiró abandonando la discusión. El vendedor mostraba en su mirada su sencillez y don de gente. Lo miré atentamente y me acerqué a comprarle lo que tenía dándole un gracias por simplemente ser como era.
Hace un par de días al abordar un transporte público para un recorrido corto, tuve ocasión de presenciar una discusión entre el cobrador de la unidad móvil y un pasajero que no tenía el valor total del costo del pasaje. Mientras, un joven venezolano, pese a ser una hora avanzada de la noche, ofrecía golosinas en la unidad; él se detuvo a presenciar esta discusión, guardó silencio, procedió a estirar el brazo acercándole al cobrador del bus los 0.50 centavos que este le reclamaba al pasajero. El cobrador no entendía nada, su rostro mutó en perplejidad: “¡pero que estás haciendo!” le recriminó al vendedor. Rechazó la moneda y se retiró abandonando la discusión. El vendedor mostraba en su mirada su sencillez y don de gente. Lo miré atentamente y me acerqué a comprarle lo que tenía dándole un gracias por simplemente ser como era.
Hace un par de días al abordar un transporte público para un recorrido corto, tuve ocasión de presenciar una discusión entre el cobrador de la unidad móvil y un pasajero que no tenía el valor total del costo del pasaje. Mientras, un joven venezolano, pese a ser una hora avanzada de la noche, ofrecía golosinas en la unidad; él se detuvo a presenciar esta discusión, guardó silencio, procedió a estirar el brazo acercándole al cobrador del bus los 0.50 centavos que este le reclamaba al pasajero. El cobrador no entendía nada, su rostro mutó en perplejidad: “¡pero que estás haciendo!” le recriminó al vendedor. Rechazó la moneda y se retiró abandonando la discusión. El vendedor mostraba en su mirada su sencillez y don de gente. Lo miré atentamente y me acerqué a comprarle lo que tenía dándole un gracias por simplemente ser como era.
Ver con los ojos del corazón no es tan excepcional, pero lo hace experimentar a uno momentos excepcionales. Nos ayuda a tener otra lectura de los acontecimientos del día a día sembrando en nosotros el hábito de encontrar enseñanzas aun en las cosas más delicadas, aquellas de las que, bajo otra óptica, de seguro conjeturaríamos que no sirvieron para nada. Esta forma de mirar también me puede llevar a dotar a mi capacidad de análisis de otra tesitura: por ejemplo, si me pregunto ¿qué hay detrás de tanta crítica destructiva? ¿Cuál puede ser la motivación oculta detrás de la crítica destructiva? es probable que llegue a áreas muy oscuras del alma humana. Si mi perspectiva es condenatoria es probable que no ayude a nadie a superar estas conductas. Si me aproximo a estas situaciones “viendo con los ojos del corazón” es probable que pueda empatizar con quienes piensan distinto y si tengo el deseo de aportar a esa causa, encontraré nuestras áreas comunes para poder conectar por ahí, entendiendo que toda conducta humana obedece a motivaciones particulares y si las desconozco es poco útil opinar; hacerlo, estando carente de verdad, de conocimiento de esa realidad y de los porqués de esa persona, sería de muy poca ayuda.
Se de personas que temen actuar de esta forma, yo mismo he sabido ser muy ortodoxo en etapas lejanas de mi presente, precisamente es la propia experiencia lo que me hace hoy reafirmarme en este pensar: aproximar posiciones es una necesidad en medio de una sociedad que pone el acento en lo que nos separa más que en lo que nos puede unir. A veces hasta he llegado a pensar que parece que tuviésemos temor de encontrarnos, de ponernos de acuerdo, de encontrar virtud en aquel que antes condenábamos. Consideremos que este ver con los ojos del corazón buscar proximidad con el diferente, crear nuevos lazos a partir del entendimiento, conexión real con el que es cercano pero que coexiste conmigo sintiéndose a veces a kilómetros de mí. Esta producción audiovisual la siento cercana a esta perspectiva que comento. Es genial:
Un video como éste deja muchas enseñanzas y contrariamente a lo que algunos piensan, no creo que el eje de esta comunicación sea la herramienta de uso (el teléfono celular) sino la perdida de conexión con los pares, con el prójimo, con el mundo real, ese al que accedemos de muy distinta forma cuando lo miramos con los ojos del corazón.
Y para cerrar las preguntas abiertas sobre la crítica destructiva comparto un escrito de Adriana Díez, psicóloga y profesora de música que escribe para “La Mente es Maravillosa”:
“Cada vez que veamos algo en otros que nos irrita, que nos disgusta, que nos molesta mucho, es útil analizar qué parte hay de ello en nosotros y preguntarnos por qué eso nos afecta, por qué se nos hace tan insoportable. Tal vez esto nos acerque a conocer una nueva parte de nosotros mismos que creíamos desconocida. Las críticas cuando nacen de un corazón sano son argumentos que aportan, que suman y que permite siempre la mejora”. Cuando por el contrario surgen desde la rabia, el rencor, la baja autoestima, la envidia o la infelicidad sólo se tornan en meras armas de destrucción masiva, esas que generan conflictos, división, escándalos y no ayudan a edificar nada.
Sintetizando: capacidad analítica sí, para una crítica que realmente aporte. Y como plus valioso, ayudarnos en lo posible de ese “neo vistazo”, esa otra mirada que comentaba mi abuelo, esa que nos permita ver la realidad con los ojos del corazón. Lo que esto produzca, de seguro, sumará.
Fuente referenciada: escrito de Adriana Díez para “La Mente es Maravillosa”
Link: https://lamenteesmaravillosa.com/a-las-personas-que-practican-la-critica-destructiva-que-les-falta-por-dentro/